viernes, 22 de agosto de 2008

Con los chicos no

Autor: Matías Gordillo

La sonrisa de un niño, dibujada en la frescura de la vida, me sugirió la urgencia de la acción y el miedo por la inocencia perdida.
Los grandes somos los que contribuimos ampliamente en la corrupción o la grandeza de las generaciones venideras, y somos los padres los que debemos dejar nuestro corazón en esta vida, si nuestros hijos están en peligro, sobretodo cuando éste peligro no atenta solo a lo biológico o físico, sino también a lo espiritual, a lo que hará de ellos hombres de honor que lleven su ser a una plenitud y excelencia, o jóvenes que pasen por esta vida, llevados por su perezosa ansia de una felicidad que nunca llegarán a alcanzar, ya que sabemos bien que mas vale vivir una corta vida pero digna, que una vida prolongada en el que cada mañana es un sinsentido.
Hoy estamos en ese peligro. No solo las familias, sino los chicos. Algunos dirán que soy exagerado, para ellos solo quisiera mencionar algunos rasgos de nuestra sociedad, fácilmente constatables, que nos están hablando que hoy sufrimos una revolución cultural. Esta revolución apuntó a “transformar en derechos, lo que siempre en la sociedad argentina fueron considerados delitos como ser: el aborto, la contracepción en todas sus formas, la pornografía y el lenguaje soez, concientemente incorporado en los medios de comunicación, la disolución familiar por medio del divorcio, la patria potestad compartida, la legitimidad de formas diversas de sociedad familiar, como el “matrimonio” entre homosexuales, la “protección jurídica de la oferta de sexo callejero por las prostitutas y los homosexuales, “el travestismo”, la definición del sexo como “género opcional”, sin respetar el dictado de la naturaleza ni la revelación de Dios que los creó “varón y mujer”, la incitación abierta y descarada de los jóvenes a la promiscuidad sexual engañándolos con el reaseguro del uso del preservativo, la asistencia en los hospitales públicos a los menores, sin anuencia de los padres, para resolver de cualquier manera las consecuencias de las relaciones sexuales extramatrimoniales, la legitimación de los métodos de esterilización a aplicar también en los hospitales públicos, y todo eso a través de leyes mentirosamente llamadas de “Salud reproductivas”, cuando en realidad lo que buscan es instaurar en el país la revolución sexual que haga posible implantar un “terrorismo demográfico”, potenciado en todos lo foros internacionales por los estados unidos, que invierte ingentes sumas de dinero en programas ordenados a detener el crecimiento poblacional (…). La pornografía cumple con un objetivo político de primera magnitud: abre las puertas a la disolución de las costumbres lo que acarrea el desquiciamiento de la moral familiar.
A todo esto se suma el intento, que ya se está llevando a cabo en nuestro país, de propiciar por ley, programas de “educación sexual” de niños y jóvenes, a través del estado y aplicados en las currículas escolares.
Mediante la consigna de la “superación social” de los prejuicios de una sociedad familiar “hipócrita”, “autoritaria” y “represiva”, se busca implantar una suerte de sexualidad académica que ponga definitivamente al país en la avanzada de la civilización y la democracia, afirmando, como un logro de la vigencia de los derechos humanos, la libertad sexual. (…) Se confunde educación sexual o educación para el amor verdadero, con “instrucción genital” y “práctica lúdica”. Fácilmente se llega al límite ominoso de la corrupción de menores. Frente a estos intentos, cualquier padre de familia, que mire al cumplimiento de una elemental ética natural, tendrá que reaccionar sorprendido cuando perciba que a sus hijos se les aconseja la práctica masturbatoria, o se les enseñe que el matrimonio monogámico es castrante, o que el camino a la heterosexualidad pasa por la homosexualidad, o que el sexo es opcional(…)[1].
Nuestros antepasados, en algunas circunstancias de la vida de nuestra patria, por muchas menos agresiones, han sido capaces de empeñar tiempo, dinero y hasta sus propias vidas, dejando familias huérfanas y amigos. Nosotros ¿Qué haremos?, ¿Qué le diremos a nuestros hijos sobre nuestra tarea?, ¿Qué excusa le pondremos a Dios en el día del encuentro definitivo? Padres, llenémonos de audacia y caridad y recordemos: “Vosotros sois la sal de la tierra, mas si la sal pierde su sabor, ¿Con qué se la salará?”[2]

[1] “Reflexiones sobre el quehacer político en la Argentina de hoy”, Documentos. Año 2001
[2] Evangelio de San Mateo, cap.5 – vers. 13, 16.

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